Amanecer Bailando, la crónica del festival más polémico del verano
"Hay solamente una cosa en el mundo peor a que hablen de ti, y es que no hablen de ti", dijo Óscar Wilde. Bajo esta premisa, la cuestión es "que hablen, aunque sea mal". Y así ha sido. Amanecer Bailando —el festival más polémico de los últimos años— cerró la venta de entradas anticipadas dos días antes del evento tras conseguir el tan ansiado sold out, demostrando que, incluso la publicidad negativa, es publicidad.
A pesar de las movilizaciones de partidos políticos y comunidades de vecinos, que pedían la prohibición de la celebración del festival en el mostoleño parque Prado Ovejero debido a la increíble proximidad de las viviendas (menos de 15 metros), Amanecer Bailando consiguió reunir a casi 25.000 asistentes, siendo el reclamo un line up de lujo en los cuatro escenarios. En concreto, el escenario Family —del que apenas nos movimos— fue una auténtica borrachera de techno del más alto nivel. Dado que no se podía salir una vez se accedía al parque, pospusimos la hora de entrada. A las 22:00 comenzaba Truncate, así que nos dirigimos hacia el área Family con algunas dudas sobre el espacio del que dispondríamos para bailar los amantes del techno.
Vayamos por partes. Observando el mapa del recinto, no nos inspiraba mucha confianza el lugar que la organización había elegido para su ubicación, y poco nos equivocábamos. Nos encontramos con "una pista" pequeña para el volumen de público que mueve tal cartel, desnivelada, con un pino coronando el centro y columpios que habían sido vallados para proteger su estado. Y no era algo único de ese escenario, pues el principal —Escenario Amanecer, que entre otros acogía el Marco Carola B2B Loco Dice— estaba en un desnivel lateral un tanto incómodo, Misa, dedicado al sonido más Hard, se desdibujaba tras los árboles y caminos del estrecho parque con una visibilidad reducida o Caviar, una firme apuesta por las tendencias urbanas, se desbordaba por la avenida principal sobre los setos con actuaciones tan sonadas como la de un C Tangana en plena forma (cantará poco en directo, ¡pero cómo se come el escenario Antón con un espectáculo arrollador!).
Eso sí, potencia sonora no faltó —buen equipo montaron—, algo que no solo disfrutamos los asistentes sino los habitantes de todo la ciudad, pues a más de un kilómetro de distancia podían distinguirse las melodías del festival. Además del desolador estado en el que quedaron el propio parque y los aledaños, por donde pasaron miles de personas con ganas de darlo todo. Todo ello nos lleva a pensar en el papel que juegan eventos así en la imagen —ya de por sí estigmatizada— que la sociedad tiene de la música electrónica, siendo necesario una especie de proceso de negociación más firme para que todas las partes queden conformes (sin duda supone una gran inyección para el municipio) y nuestra escena se entienda como un valor, no como un quebradero de cabeza.
Y hablando de entender, entendemos que es difícil sacar adelante un festival de esta envergadura teniendo en cuenta las trabas imposibles —y no es la primera vez— a las que se han enfrentado durante los meses de verano. La mayor de ellas, el dudoso cambio de ubicación, pero no todo vale cuando de la comodidad del público, que se ha gastado su dinero en la entrada, se refiere. En cualquier caso, la manera con la que Truncate acaricia la Roland nos hizo olvidarnos del resto por un tiempo.
Turno para Octave One. Los hermanos Burden demostraron su amor por las máquinas que les han visto crecer como artistas (¡y sin portátil!), esa artillería pesada que lleva Detroit por bandera y que nos dejaba preparados para lo que vendría después. Aunque, si hay que hablar de triunfadores de la noche, sin duda tenemos que hablar de Speedy J. El creador del sello Electric Deluxe puso Amanecer Bailando Festival patas arriba con un set que sale por completo de los cánones comerciales, crudo y contundente, en el que también pudimos escuchar algunos de sus tracks. Recogió el testigo SNTS, quien tenía la difícil tarea de demostrar, una vez más, de qué pasta esta hecho, teniendo en cuenta que su compañero holandés había dejado el listón muy alto. Y no, no defraudó. A día de hoy, el sevillano cuyo rostro desconocemos, se posiciona como una apuesta segura en cualquier evento o festival. Si tuviéramos que elegir entre estos dos últimos sets, ¡no sabríamos con cual quedarnos!
LSD, el trío formado por Luke Slater , Steve Bicknell y Function (aka Dave Sumner), llevaban a cabo un Live que no terminó de convencer al público y precedía al momento más esperado de la noche.
A las 4:00 a.m., todas las miradas le apuntaban. Jeff Mills comenzaba lo que parecía que sería otro set para la historia, sin embargo, no tuvo su noche. The Wizard nos mostró su lado más humano, ese que nos hace imperfectos. Sesión bastante lineal que ni si quiera consiguió salvar su famoso "The Bells". Quien si levantó el ánimo y consiguió hacer del público una sola entidad, fue ella, Paula Cazenave. Ni si quiera su larga trayectoria nos podía dar una pista de la línea que seguiría su set. La capacidad de esta gran artista por fusionar diferentes estilos hacen que sus intervenciones sean siempre una grata sorpresa.
Por fin, allí estaba ÉL. Da igual dónde actúe, no importa la hora, ni quién le acompañe. Ben Sims es sinónimo de sets al más alto nivel y esta ocasión no iba a ser diferente. A pesar de su gesto serio pero amable, de sus manos brotó una sesión arrolladora, algo subida de bpm´s que, sin embargo, pudimos bailar con total soltura. "Benito" —para nosotros— puso el broche a una noche llena de contrastes en la que los artistas, el sonido y la iluminación fueron (por suerte) protagonistas absolutos. Como debe ser. ¿Nos veremos el año que viene?