“Buena música, buen sonido y buen ambiente” tres características que definen lo que vivimos el pasado 9 de noviembre en Sigh durante la inauguración de su segunda temporada.
A mediados del 2017, Sigh club abrió sus puertas para ofrecernos un programa cultural de vanguardia dentro de la escena electrónica de Madrid. Comenzando su andadura al mismo tiempo que la promotora organizaba la conocida fiesta de Replay Sunset Parties, Sigh llegó cargado de un hilo más underground que caracterizó sus sesiones de los viernes a media noche. La sala Stella, popular por ser un icono fundamental en la escena electrónica de Madrid, fue la primera en recibir esta imponente sesión. Con artistas locales como Álvaro Medina, Damian Schwartz, Simón García, Papol, Javier Moreno (residente habitual) e internacionales como Nicolas Lutz, Oshana, Francesco del Garda, Z@p o los rumanos Barac y Priku, entre muchos otros; es evidente que Sigh vino para poner la ciudad patas arriba con buena cultura musical.
Los sonidos característicos de esta sesión se concentran desde el techno, el break y el electro más underground hasta otros más embriagadores, particulares del house, el deep y el microhouse más recóndito.
El pasado viernes 9 de noviembre pudimos disfrutar del reopening, donde nos presentaron su segunda temporada bajo un line-up cargado de talento local: Javier Moreno, impulsor de la escena underground en la capital y residente de la sesión; donRafael, perteneciente al sello Colt Music – artista que pudimos escuchar en pasadas ediciones –; y Álvaro Medina, el dj madrileño que nos deleitó durante años como residente de la casa Replay.
El evento comenzó a las 00:00h en la sala Costa Social Club – también conocida por ser la residencia de eventos como Tortilla –, nueva localización que apostaba por ser un lugar donde la magia de los sonidos más underground podían enlazar a la perfección – y vaya que si lo hicieron –. No queríamos perdernos ni un detalle del encuentro, por lo que nos dirigimos hacia la sala nada más dio comienzo. Pasada media hora, y después de conseguir aparcar el coche cerca de la calle, nos encontramos en la puerta tras una cola escasa, que no era más que la perfecta imagen de la calma que precedía a la tormenta.
Una vez pasamos todo el proceso “burocrático” para poder entrar, abrimos la puerta principal y nos encontramos dentro de un “pequeño hall” vacío, lleno de humo y de luces tenues de color azul y rojo. Se percibía un aura de inspiración ultrasensorial, típica de un club con carácter alternativo. Desconcertados, subimos las escaleras y… ¡voilá!, nos topamos con un espacio recubierto con paredes de piedra y una cristalera en forma de arco, que dejaba entrar la luz de la calle como si fuera la encargada de iluminar de forma natural la espalda del dj. Se podía percibir el buen rollo que se estaba gestando, adentrando a la poca – pero animada – gente que había en una espiral de incontrolables vibraciones. Era Javier Moreno, embaucándonos con sus sonidos deep más houseros hacia lo que iba a ser un viaje “astromusical”.
Tras pedir algo de beber – porque el calor iba en aumento y había que saciar la sed que se apoderaba de nuestras gargantas, no solo musicalmente –, nos dirigimos hacia una esquina desde la cual poder vislumbrar todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor y, de paso, poder dejar nuestros abrigos, que comenzaban a ser una carga excesiva para dejar llevar nuestro cuerpo a través del buen sonido que se apoderaba de la sala. Limpio y suave, propio de la magia de los vinilos.
Sobre las 02:00 de la madrugada el ambiente comenzaba a caldearse – en todos los sentidos –, el público iba en aumento, a pesar de que el día anterior había sido festivo; la música evolucionaba progresivamente con la intensidad del público y el calor comenzaba a causar estragos entre la multitud. Fue entonces cuando vimos la luz, acababan de encender dos ventiladores enormes – por cierto, conocidos –, que custodiaban la parte trasera de la sala. Era la brisa que faltaba para dejárnos llevar por las cortas dos horas que quedaban para seguir disfrutando de Javier Moreno.
Tras un magnífico set de 4 horas, totalmente equilibrado a modo de warm up para la tormenta que se avecinaba, Javier le cedía el turno a Álvaro, quien se posicionaba en la cabina dispuesto a deleitarnos. Su sonido mezclado entre el techno, el house y el minimal nos entró por los oídos y llegó hasta nuestros pies como si de un rayo se tratara, sumiendo al melómano público en un hervidero de sensaciones. ¡No pudimos parar de bailar hasta el último momento! Sin duda, fue una noche que dejó huella en la capital, abriendo paso hacia lo que promete ser una muy interesante segunda temporada cargada de buen talento.
Hay que resaltar que la colocación de la cabina – totalmente abierta a manos del público – y el ambiente de la sesión, nos recordó a los sets organizados por Boiler Room, donde público y artista se fusionan para crear una obra de arte sonora. Está claro que estos chicos quieren adentrar a la capital hacia valores más puristas, en los que la importancia de un evento de estas características consiste en la necesidad de reunirse por una misma y única pasión: la música.
Nadie quería grabar, todos estaban disfrutando del momento y riendo mientras se dejaban llevar por sus pasiones musicales más profundas. El público no quería videos, no quería fotos, quería bailar.
Una cosa queda clara, Sigh viene con ganas esta temporada. Artistas como John Dimas, conocido por realizar sesiones únicas a tres platos y por ser el impulsor del sello Elephant Moon; o Alexandra, algunos viajeros podréis haberla escuchado este año en el festival Sunwaves; son algunos de los invitados para la programación de noviembre.
¿Qué misterios nos aguardarán en esta mágica cueva? Por el momento, lo único que sabemos es que estamos ansiosos por volver a disfrutar de lo que ya se considera un punto de reunión de los viernes noche en la capital, donde solo encontrarás melómanos adictos de la buena música electrónica.