Allá por el año 1877, Thomas Alva Edison, inventaba el primer aparato capaz de grabar y reproducir sonidos: el fonógrafo, dando lugar a un sin fin de nuevas posibilidades para el universo sonoro. Este aparato logró imponerse como una moda; sin embargo, no era realmente eficaz para la proliferación de la música, ya que no permitía realizar copias en producción masiva, por lo que los músicos no tenían otra opción que interpretar varias veces la misma canción para poder tener más ejemplares – todavía les quedaba mucho por descubrir –. El fonógrafo utilizaba una pieza, denominada cilindro, para grabar y reproducir los sonidos. Estos comenzaron fabricándose a base de cartón recubierto de estaño, luego pasaron a ser de cartón parafinado y, finalmente, de cera sólida, que ofrecían mayor calidad y durabilidad.
Diez años después, el alemán Emile Berliner mejoró este producto y patentó otro aparato que sí permitía efectuar más copias de un mismo ejemplar, reduciendo el coste y facilitando la comercialización del material a una escala mayor. Este obtuvo el nombre de gramófono, un objeto capaz de editar miles de copias a partir de una misma matriz (molde original). Cosa para la que, su predecesor – el fonógrafo –, necesitaba realizar la misma obra 25 veces y grabar los cilindros de manera simultánea en 20 fonógrafos, obteniendo así diferentes replicas de un mismo ejemplar. Con el gramófono, el cilindro se sustituyó por un disco plano, que primero fue de vidrio, luego de zinc y, posteriormente, de plástico. Sin duda, un avance muy importante para la introducción del producto en el mercado y para su posterior desarrollo dentro de la industria musical.
Para facilitar su expansión, Berliner fundó una empresa conocida como Gramophone Company, encargada de producir y distribuir los primeros discos comerciales, fabricados a partir de ebonita (goma endurecida). Estos fueron grabados en 1894 para distribuirse en el mercado, facilitando su adquisición en formato de diámetros de 5 y 7 pulgadas (medida estándar). Pero, había un problema, el material del que estaban fabricados, denominado también "vulcanite", no conseguía crear la misma sonoridad que expresaban los cilindros del fonógrafo; hecho que acabó generando dificultades para su posterior mercantilización.
No obstante, gracias a la intervención de una fábrica de botones para prendas de vestir, la evolución del vinilo pudo continuar. Fue en este lugar donde se realizó la prueba definitiva prensando algunos discos con goma laca – material que utilizaban para sus artículos –, consiguiendo un resultado inmejorable.
En 1902 aparecen en venta los primeros discos “Gramophone” con un diámetro de 10 pulgadas, una sola cara y una etiqueta con el primer logo registrado por la compañía. Estos discos fueron los pioneros en influenciar a más artistas para realizar sus propias grabaciones, ya que, hasta el momento, la mayoría se resistía a introducir su voz en un objeto que pudiera conservarse en el tiempo.
La empresa Columbia Phonograph Company – actualmente, Columbia Records – quiso incrementar la fabricación de máquinas y la producción de discos, abandonando la elaboración de los cilindros y sus respectivos aparatos para pasar a fabricar las máquinas de discos “The Disc Graphophone”. Fue a partir de aquí cuando empezó a aumentar la demanda de este producto, dejando atrás a su predecesor y abriendo camino para el nacimiento del disco actual. Aun así, Edison trató de demostrar que el cilindro seguía siendo competente, modificando el fonógrafo para ampliar – siempre con su cilindro de cera – el tiempo de duración de 2 minutos a 4. Hecho admirable, teniendo en cuenta que el disco de aquel entonces solo era capaz de reproducir 3 minutos. Edison mejoró la calidad del cilindro con celuloide irrompible y garantizó una capacidad de sonido óptima. A pesar de sus esfuerzos, la batalla entre el disco y el cilindro dio por finalizada en 1929.
El disco de vinilo se impuso con rapidez (años 30), pero su sistema monoaural (toma por un solo canal), necesitaba experimentar una evolución significativa: la estereofonía (dos canales distintos) – que sigue utilizándose en la actualidad – y la cuadrofonía, un intento por conseguir cuatro canales, que acabó siendo un fracaso comercial. Para que os situéis gráficamente, cada lado del surco de un disco de vinilo corresponde a uno de los dos canales estéreo y su perfil es el que se encarga de seguir la modulación de la onda sonora.
Como ya sabréis, la principal ventaja del sistema analógico es la alta calidad de sonido; sin embargo, y, por el contrario, su desgaste es mayor debido al rozamiento de la aguja y la acumulación de suciedad en el surco, lo que hace que sea obligatorio limpiarlos antes de su reproducción. Pese a ello, el aumento de la duración de las grabaciones de 3-4 minutos a 45, su sistema estereofónico y la limpieza del sonido, fueron las claves principales para su demanda en el mercado.
Siendo así, la evolución del vinilo fue sobre ruedas, pasando a ofrecer su adquisición en tres posibles formatos: 7, 10 o 12 pulgadas. Por otro lado, según el número de canciones que contenga, se pueden dividir en: Singles (un tema por cara), EP o Extended Play (entre 4 y 5 minutos por cara) y LP o Long Play (entre 20 y 25 minutos cada cara). La grabación de un single en un disco de 12 pulgadas es conocido como “Maxi Single”; ya que, al disponer de mayor longitud de surco, se puede aumentar la anchura, lo que hace que tenga más calidad de sonido. Los formatos más comunes que podemos encontrar actualmente son: 12” (30 cm) 33 rpm (LP); 12” (30 cm) 45 rpm (Single, Maxi Single y EP); y 7” (17.5 cm) 45 rpm (Single).
En 1963 la empresa Philips desarrolló el cassette, un aparato capaz de grabar y almacenar música de forma particular. Este dispositivo permitía ser regrabado cuantas veces se quisiera, pasando a formar parte fundamental dentro de la evolución de la industria musical. A partir de 1985, tanto el cassette como el disco de vinilo, fueron desplazados por el CD y su reproductor (Walkman) – que tiempos aquellos –, de menor tamaño y mayor durabilidad, aunque, a costa de perder calidad sonora. Los vinilos entraron en crisis, ya que la mayoría de las discográficas comenzaron a editar todo en este nuevo formato, dejando de lado a su antecesor. Muchos DJs se resistían al cambio, pues no conseguía ofrecer la misma perfección de sonido y tampoco les permitía realizar el famoso scratch. Veinte años después llegó la era digital y la adquisición de música dejó de ser física para convertirse en formato digital, como el Mp3, FLAC o WAV – los dos últimos son los más utilizados por los Djs –; un cambio inimaginable para nuestros amigos Edison y Berliner.
A día de hoy los vinilos han vuelto a posicionarse dentro del mercado, ya que han acabado convirtiéndose en un objeto imprescindible, casi de coleccionista, para muchos melómanos – aunque, para otros, una simple moda –. La industria del vinilo está pasando a apreciarse más que nunca, pues, la era digital, no parece llegar a convencer del todo a los más puristas. A pesar de que la música en digital puede ser de buena calidad, la nostalgia del vinilo y la limpieza de su sonido hace que siempre haya sido un producto indispensable para todo buen adicto de la música.
Para quienes disfrutan con su sonido, con su calidad, con su característico olor a antigüedad; porque... ¿a qué huele Spotify? ¿y los archivos WAV? a nada, imagino. Para esos a los que les encanta entrar en una tienda de vinilos, reconocer ese olor similar al de los libros antiguos y seleccionar los tesoros más recónditos del universo sonoro allí presentes, te recomendamos que mires este interesante sustrato de un documental sobre la fabricación y uso de los mismos:
Porque las buenas costumbres nunca deben cambiar, ¡larga vida al vinilo!