Movilización por ¿El último concierto?

El próximo 18 de noviembre tendrá lugar un "concierto" muy especial. Ese que nunca querríamos que llegase... porque podría ser el último si no se toman las medidas oportunas. Realmente, será la suma de muchos simultáneamente. A través de la campaña "¿El último concierto?" salas de todo el país impulsadas por PSDC (Plataforma de Salas de Conciertos) iniciaron una campaña de visibilización de la extrema vulnerabilidad de su situación actual, abocando a la extinción a grandes centros de ocio y cultura como Razzmatazz, Sala Apolo, Café Berlín o Siroco entre muchas, mucha otras salas. Algunas míticas como Marula Café, de hecho, ya no volverán a abrir sus puertas.

Por arrojar algo de luz en forma de datos, las pérdidas que acumularán las salas de conciertos españolas hasta el final de año sumarán 120 millones de euros, con más de 25.000 conciertos cancelados y 5.000 trabajadores directos en el limbo. Es como para tomárselo en serio.

A continuación, el comunicado completo:

LAS SALAS DE CONCIERTOS ESTAMOS VIVIENDO, SIN LUGAR A DUDA, LA SITUACIÓN MÁS CRÍTICA Y NUNCA EXPERIMENTADA DEL SECTOR HASTA EL MOMENTO.
La desaparición de salas es ya una triste realidad causada por la pandemia, pero sobre todo por la falta de acción y voluntad política de la administración que en este momento no es lo suficientemente consciente de que, como uno de los sectores más afectados por la crisis donde la mayoría de los espacios no han podido abrir sus puertas todavía, necesitamos una atención proporcional a nuestro grado de afectación si no queremos encontrarnos con un empobrecimiento y la desertificación cultural de nuestro territorio que por desgracia puede ser irreversible.
Hace casi ocho meses que prácticamente el 100% de las salas están cerradas y solo algunas pueden hacer conciertos en directo, con una drástica reducción de la capacidad condicionada por la distancia física, que reduce sus aforos a menos del 30% y con la prohibición de ejercer la actividad natural del baile que caracteriza a la mayoría de ellas.
El grado de incidencia de la pandemia en la actividad de este sector, en comparación con otros, es de los más elevados, algo que se contradice con la falta de capacidad para interlocutar con las administraciones y con la casi inexistente ayuda que recibe para tratar de paliar estos efectos.
La gran mayoría de las salas no podrán sobrevivir en estas condiciones de endeudamiento progresivo más allá del 2020, a no ser que puedan recuperar la actividad en unas condiciones mínimas que no provoquen más pérdidas que las actuales, o que la administración escuche las medidas de choque que se proponen para reducir los gastos mensuales y que asignen ayudas económicas para compensar las pérdidas adquiridas hasta el momento.
Debido a que la actividad de las salas se desarrolla en un espacio específico que requiere una importante inversión en insonorización, equipos técnicos y un gran volumen de trabajadores, y que dicha actividad está vinculada a una licencia municipal que por inactividad puede desaparecer debido a su caducidad, y que no se conceden nuevas licencias en la gran mayoría de municipios del país, la desaparición de las salas puede convertirse en un hecho irreparable.
Por otro lado, la situación de crisis general y la precariedad económica en la que ya se encuentran muchas salas, está haciendo aflorar ofertas de fondos de inversión buitre dispuestos a comprar licencias a bajo precio con una clara intención de especular y generar otro tipo de actividades, mucho más rentables que la música en vivo y la programación artística, hecho que puede contribuir a dejar el territorio sin algunos espacios culturales esenciales para el nacimiento y la evolución de la carrera de los artistas locales.
Es absolutamente necesario que se establezcan unas medidas de hibernación de los gastos y un sistema de compensaciones económicas proporcionales al grado de afectación que el sector está sufriendo desde hace 8 meses, de manera que ayuden a las salas a poder sobrevivir sin actividad mientras duren las restricciones, de la misma forma que es imprescindible que se equipare la actividad de las salas de conciertos a las del resto de equipamientos culturales como cines y teatros para que cuando las condiciones epidemiológicas lo permitan, puedan abrir cumpliendo con las mismas medidas sanitarias que establecen los protocolos de las artes escénicas.
Nos gustaría que la administración entendiera que el trabajo de salas que ofrecen una programación artística y musical estable de proximidad durante todo el año, es un bien cultural del país y que poder disponer de espacios donde el baile y la música actúan como nexo que amalgama la capacidad de disfrutar, relacionarse y enriquecerse social y culturalmente, no solo es una necesidad que gran parte de la población tenemos en diferentes momentos de nuestra vida, sino un servicio que debemos ofrecer y un derecho esencial de la ciudadanía que debe ser garantizado.