El tiempo pasa y las cosas cambian. Aunque suene a frase de abuela cebolleta –o incluso a frase para poner en un selfie de Instagram– eso no le resta certeza.
Si preguntásemos la cantidad de gente de entre 14 y 28-30 años que hoy en día ve la televisión, y la comparamos con la de hace unos años, probablemente nos llevásemos una sorpresa. Parece obvio, ¿verdad? Para qué voy a dejar que la programación de un canal determinado me sorprenda si tengo al alcance de un click cualquier programa que me interese, serie, película, documental o cualquier otro tipo de entretenimiento audiovisual.
La aparición de nuevas tecnologías ha cambiado la manera en la que consumimos cierto tipo de contenido. YouTube, Spotify, Steam, Netflix o incluso Pordede (si eres de los que no le gusta pagar por nada) parecen avanzar imparables frente a la pasividad y comodidad de las plataformas y medios tradicionales.
Si hablamos con nuestros padres o tenemos más de 35 años no será difícil hacer un pequeño ejercicio de memoria y pensar en aquellos tiempos donde comprar un vinilo significaba tener música para un par de meses o más. La sociedad actual está sumergida en una vorágine de consumismo musical que se traduce en un nuevo número uno mundial cada dos semanas, una cantidad de música nueva diaria que ninguna persona es capaz de escuchar, y, en definitiva, una caducidad muy temprana.
Pero no solo ha cambiado la velocidad a la que consumimos la música, sino también la tecnología con la que la escuchamos. Gramófonos, reproductores de vinilos, Walkmans, MP3, MP4, y ahora, Smartphones. Y como consecuencia de esto también ha cambiado la forma en la que se distribuye.
Hace algunos años, que cualquier persona pudiese publicar música por su propia cuenta era impensable. Esto viene propiciado por la propia idiosincrasia de la industria musical y del sector, caracterizado por unas fuertes barreras de entrada que no permiten a personas con cierto poder adquisitivo acceder al mismo. Lo que, a largo plazo, se ha traducido en un estado de comodidad permanente frente a nuevas amenazas y una competencia única entre los labels más influyentes, llamados Majors. Con todos estos acontecimientos se genera un momento clave para la aparición de nuevos actores (o quizás no nuevos, pero sí diferenciados y de mayor importancia). Y es algo que me parece muy interesante y de lo que hablaremos a continuación.
Cuando le hablas a una persona y le mencionas las palabras “discográfica, o sello discográfico” no es muy raro que en su cabeza se imagine un montón de cosas caras, gente poderosa e influyente vestidos de traje y contratos multimillonarios. Pero afortunadamente y como hemos comentado antes, con el avance de las nuevas tecnologías se ha generado un nuevo paradigma y las cosas han cambiado.
Con el paso del tiempo y la ruptura de estas barreras de entrada (no solo en el ámbito de la distribución, sino en el de la producción musical también) nos encontramos ante un mercado con mucha incertidumbre, variable e incierto. Y es que, si lo pensamos detenidamente no nos será difícil plantear la siguiente ecuación: con la aparición de más productores por el avance y accesibilidad de la tecnología, se genera más música, que a la vez debe ser lanzada al mercado generando así nuevos sellos o distribuidoras. Si además reducimos las barreras de entrada facilitando así el acceso a nueva gente al sector, tenemos el cocktail perfecto para la aparición de lo que hoy en día conocemos como canales de promoción (También conocidos como White Labels, o Networks).
Dichas plataformas, entre otras muchas razones, nacen por la necesidad de suplir las carencias del mercado, fuesen las que fuesen (y esto es muy amplio, por lo que no vamos a ahondar en esta práctica). Por la necesidad de dar un hogar a artistas desconocidos y música diferente.
A día de hoy hacer una canción que, tras ser lanzada, nadie la escucha, es como no sacar nada. En consecuencia, estas organizaciones empiezan a soltar música al mercado con nuevos métodos adaptados a un nuevo entorno y consolidándose como una alternativa firme a las compañías/sellos discográficos tradicionales, como podemos leer en este artículo.
Estos nuevos métodos se caracterizan, entre otros, pero principalmente por el “Free Download Gate”, es decir lanzar música gratis al mercado que los consumidores pueden descargar a cambio de seguirles en sus plataformas o redes sociales, tanto al sello como al artista. Esto en otro momento no hubiese sido posible, pero los bajos costes de la distribución musical digital, el abaratamiento de las barreras de entrada y el auge del streaming entre los consumidores lo han propiciado. Ya no se genera (tanto) dinero directo mediante la venta de las canciones, pero se gana exposición.
Pero, ¿qué pasa cuando una Network de este tipo gana suficiente poder?
Como podemos leer en este artículo sobre SoundCloud, o este otro sobre YouTube, estas plataformas, con un ingente número de fans y alcance son capaces de influenciar de manera directa el mercado. Pueden incluso decidir, qué se pone de moda o no, descubrir artistas al público y generar grandes cantidades de ingresos a través del streaming. Esto no sería interesante si no fuese porque, hace años, este tipo de acciones sólo estaban al alcance de las grandes discográficas o Majors. Actualmente, una persona con un ordenador y acceso a internet, puede conseguirlo como se ha visto en casos de canales como Aux London, Nation Network, MrRevillz, Cloudkid, NCS, Proximity y un largo etcétera.
Si bien es cierto que ha habido un aumento de los sellos discográficos independientes y su relevancia en el sector, no nos engañemos; las Majors siguen siendo las que mandan, y lo seguirán haciendo. En el caso de España (que es igual que en el resto del mundo) podemos observar en este artículo como “España tiene hoy más discográficas independientes, pero las grandes concentran más” lo que nos indica que ha habido un cambio en el sector, pero no una revolución como muchos piensan.
Se ha avanzado, y eso es cierto. Lo que al final desencadena en más variedad de artistas y música lanzada al mercado por año gracias a los sellos independientes y Networks. Pero si analizamos las cuotas de mercado seguimos viendo el abismo que aún existe a nivel global ( y eso, que países como Japón, Corea o incluso EEUU, suben la media general por la importancia de los sellos independientes allí), porque si analizamos esta cuota por países, la diferencia es aún más grande. Podemos ver como en el caso de España la diferencia es de un 82% para las Majors frente a un 18% de las Networks y sellos independientes en 2016.
¿Cuáles son las conclusiones?
El mercado de la música está en constante movimiento y especialmente en los últimos años. Nos encontramos constantemente ante situaciones de mucha incertidumbre pero desde mi punto de vista –y esto es trasladable a cualquier sector– mayor competencia se traduce en un mejor producto para el consumidor final.
La aparición de las Networks, artistas y sellos independientes han aumentado la cantidad de música generada en el mercado y han sido capaces de generar un nuevo paradigma. Generando nuevas oportunidades, en muchos casos han sido capaces de convertir a artistas en superestrellas, marcar tendencias, poner géneros de moda e influir en millones de personas de manera directa. Incluso en muchos casos, las grandes compañías discográficas han apostado por ellos, fijándose en artistas salidos de dichas Networks o apadrinando el propio sello mediante acuerdos de distribución.
Como podemos leer en este artículo “Los Major Labels pagaron 1.2 Billones de Dólares (americanos) a artistas y sellos independientes”. Sin duda buenas noticias tanto para el consumidor, como para los artistas que ven nuevas oportunidades en un mercado tan difícil como el de la música.
Pese a todo, esto no significa que haya habido una revolución. Las Majors siguen mandando y así parece que va a seguir siendo al menos a medio y largo plazo. Tampoco son el Diablo como muchos medios quieren hacernos ver, y son necesarias. Sus raíces están muy extendidas y su poder en todas las plataformas es infinito. Gracias al auge de las Networks, podemos disfrutar de más diversidad de artistas en el mercado, no sólo lo que suena en la radio, y no sólo lo que quieren hacer sonar las grandes compañías.
Pero aún queda mucho, el caso de Ministry of Sound, que tuvo que ser vendida a Sony porque no era posible monetizar las playlists como lo hacían con las compilaciones, y no les era posible popularizar artistas fuera de Reino Unido, es uno de los muchos sacrificios que aún se tienen que hacer para, poco a poco, tratar de conseguir una mayor equidad y libertad musical en esta industria.
Si deseáis saber más acerca de este contenido, os interesa el mundillo de la industria musical o la producción, mezcla y mástering, pronto tendré disponible ‘From Zero To Hero’ el curso definitivo para hacer música y no morir en el intento. La industria musical es un ecosistema con mucha incertidumbre y conocer las bases del sector es fundamental para aprovechar correctamente todas sus oportunidades. ¡Escríbeme a [email protected] si deseas más información!
— Mike Wit (al que ya dedicamos un Escucha), músico multiinstrumentista, deejay y productor de Valencia; Miembro de SUPRMODE. Graduado en Relaciones Laborales y Máster en Gestión Empresarial de la Música.
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