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¿Qué ha sido de la cultura rave en la capital?

Hace unos meses llegaba hasta nosotros la noticia de que, en los 2 últimos años, las raves en Londres se estaban duplicando y, ¡BOOM! La emoción se apoderó de nosotros. Pero tras ese momento de exaltación, nos envuelve la nostalgia. ¿Qué ha sido de la cultura rave en la capital? El termómetro comienza a rondar los 30ºC y es imposible evitar pensar en fiestas al aire libre.

MadriZ vivió su época dorada cuando corría el año 2011, donde “El Monasterio”, en Perales del Río, se coronaba como la madre de todas las fiestas clandestinas. Su emplazamiento alejado de todo núcleo urbano, la diversidad de público, el buen ambiente o la imposibilidad de encontrar clubs donde poder escuchar una buena sesión techno, hicieron que su nombre sonase por toda la geografía española. Pero, sin duda, la esencia se encontraba dentro del Monasterio. Cuanto menos, era curioso entrar en la casa de Dios, mirar a tu alrededor y sentir que las llamas del averno se apoderaban de tu espíritu al ritmo que marcaba el dj.

Tras ella, “El Matadero”, situada en Rivas Vaciamadrid y con gran cantidad de adeptos. Los viejos muros de esta nave, prácticamente derruida y de grandes dimensiones, acogieron a cientos de incondicionales de la cultura techno. Cabe reseñar que disponía de una narcosala. Si, una pequeña carpa en la que los asistentes podían “meterse” en un ambiente limpio.

Le seguía de cerca “13Kalles”, en Aranjuez. Una de esas raves en las que se cobraba a los asistentes, hecho que muchos tachaban de incoherente teniendo en cuenta la filosofía de la cultura rave. Pero, siendo realistas, esa era la única financiación que recibían los colectivos de djs que nos hacían sentir el techno de una forma diferente cada fin de semana.

Y ¡cómo olvidar la rave de Cuatro Vientos! Otra de las veteranas, que “abría sus puertas” allá por el año 2003. Por supuesto, hubo muchas más: “Patones” (la única consentida por el Ayuntamiento), “La rave del Túnel”, “La Fábrica”, “Daganzo”… Y aquellas raves espontáneas que surgían en cualquier emplazamiento abandonado con motivo de algún cumpleaños (¡y es que cualquier excusa era buena!).

Pero, ¿qué pasó? ¿Por qué todas desaparecieron de la capital?
Bueno, para muchos era una muerte anunciada. El boca-boca comenzó a masificar casi todas las fiestas y era fácil que la policía se percatase al ver una hilera de 200 coches en mitad de la nada. Y no solo eso. La irresponsabilidad de muchos frente al consumo de alcohol y drogas hizo que saltasen todas las alarmas, cerrando así uno de los capítulos más dulces vividos en la capital. Pero... ¿volverá?

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En el planeta de la rutina soy la oveja negra. Ese bicho raro cuya droga es la creatividad, de la que ya no puede prescindir.
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