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Crow XV o el privilegio de vivir los 30 años de carrera de Óscar Mulero

Que la noche del pasado 15 de marzo será recordada como una de las más importantes en la historia del techno ya es un hecho. Y es que, colgar el cartel de sold out semanas antes del evento es un privilegio al alcance de muy pocos. Sin duda, Crow Techno Club dio de lleno en el centro de la diana al presentarse como la sala que apadrinaría la celebración de los 30 años de carrera de uno de los artistas que sentó las bases de este arte en nuestro país y que, a día de hoy, sigue siendo el más representativo de la escena: Óscar Mulero.

El viernes, la expectación era máxima. La promotora no iba a desvelar el line up completo hasta la celebración del evento pero la promesa de que el cartel ocuparía el podio de máxima categoría internacional, reflejando en él las influencias que Óscar ha recibido desde UK y USA, hicieron latentes la confianza ciega del público asistente que, una hora después del comienzo de la sesión, prácticamente llenaba la sala.

El warm up corrió a cargo de Unkle Fon que, fiel a su estilo oscuro y crudo, fue calentando el ambiente antes de que el secret line up se fuera descubriendo con el paso de las horas. La técnica expuesta en su set no hizo más que corroborar que era la mejor representación para el inicio de la noche.

A eso de la 1:00 a.m. llegaba la primera sorpresa. Focos apagados y silencio en la sala solo roto por sonidos que envolvían el escenario con más misterio aún si cabe. Rodeada de un halo seductor se empezaba a distinguir la figura de una de las referencias clave en la carrera de Mulero. Jeff Mills se presentaba en la cabina y daba comienzo a su set. Para muchos/as, The Wizard es una apuesta siempre segura. Para nosotros/as, es una incógnita hasta el final del set. No siempre estamos de acuerdo con el desarrollo de sus actuaciones y, esta ocasión, es una de las que no recordaremos con especial cariño.

La primera parte nos convenció pero, poco a poco, el ritmo fue decayendo al mismo tiempo que la invariabilidad de la sesión se hacía latente. Como ya es habitual, la Roland fue su fiel compañera y, aunque es casi su seña de identidad, el exceso de uso de los sonidos de la TR – 909 y el tiempo que invertía en cada uno de los tracks, que parecían no tener fin, sumió al público en un letargo que solo se quebrantó cuando sonó el mítico The Bells. Para más inri, la mala suerte quiso acompañarle esta noche «regalándole» un fallo de los altavoces provocado por el suministro eléctrico. Difícil, por no decir imposible, hacer que los asistentes levantásemos cabeza.

La actuación de Mills dio paso al dúo formado por Regis y Surgeon, British Murder Boys. Nuestras esperanzas volvían a erguirse pero, una vez más, no tardaron mucho en desvanecerse. De nuevo, un set monótono, algo lento y carente de esos «bajones y subidones» que el público necesita para mantenerse activo. Un set tan técnico que no supimos encajar en una noche en la que esperábamos que las sorpresas no solo fueran los nombres que acompañarían a Óscar Mulero.


Por fin llegaban las 4:00 a.m. y, ahora sí, era el turno del protagonista de la noche. La oscuridad se apoderaba de la sala y una marea de teléfonos móviles inundaba la pista, deseosa de poder inmortalizar el momento. ¿Con qué nos iba a sorprender Mulero? Pues bien, el set, fiel a sus raíces, fue un recorrido por las tres décadas que le han forjado como artista. Una autobiografía basada en una selección musical única donde nos relató su paso por los sonidos británicos y Detroit que, en el fondo, nunca han dejado de acompañarle, por los más industriales y arriesgados que destapan su mente inquieta, por los más electrónicos y mentales, por las mezclas ásperas pero precisas. En resumen, un set oscuro y riguroso aunque no tan duro como esperábamos. Estamos tan acostumbrados/as a «quemar zapatilla» en sus actuaciones que fue lo primero que echamos de menos. Hubo momentos en los que la intensidad hacía acto de presencia pero, en líneas generales, el set fue un tanto plano hasta la última parte. Una última media hora en la que los bpm’s aumentaban la velocidad y se adueñaban de un público totalmente entregado que no abandonó la sala hasta que La Leyenda dijo «adiós».

No queremos terminar esta crónica sin felicitar a todo el equipo de Crow que, a pesar de haber colgado el cartel de sold out, cuidó el aforo y aumentó la seguridad de la sala para que todos los asistentes disfrutasemos de la noche como se merecía. GRACIAS.  

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En el planeta de la rutina soy la oveja negra. Ese bicho raro cuya droga es la creatividad, de la que ya no puede prescindir.
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