El pasado viernes 28 de abril teníamos una cita ineludible en Madrid. Enmarcado dentro del ciclo de conciertos SON Estrella Galicia, el artista barcelonés de origen valenciano beGun presentaba por primera vez en Madrid su aclamado álbum AMMA, posiblemente el mejor largo de electrónica nacional presentado el pasado año 2016. Y lo hacía de un directo A/V muy especial, acompañado del mediometraje dirigido por Borja V. Conde y editado después por Marcel Bago preparado especificamente para el disco. Y así como existen grandes películas que merecen una banda sonora a la altura... también hay grandes bandas sonoras que merecen una película equivalente.
El lugar escogido para esta puesta de largo fue el Teatro del Arte situado en Lavapiés, un espacio polivalente y bastante llamativo. Daba el pistoletazo de salida One Path, con un sonido que encaja a la perfección en la nueva corriente de (t)rap español. Pero al contrario que la mayoría los artistas de ésta, su música cargada de autotune no trata de clichés como sexo, drogas, jarana, violencia o arrogancia. El rap también es mucho más —algo distinto y también real—, es jugos, es koalas, es guindas y mucho optimismo. Grande.
Llegaba el momento álgido de la noche, con beGun presentándose en el escenario. Un auténtico viaje audiovisual guiado por Gunsal —que disfrutaba como un niño, con una sonrisa tan sincera como su música— a través de los distintos paisajes sonoros de influencia africana que componen AMMA y algún que otro adelanto de su próximo EP. A su espalda, un film vibrante, tenso, frenético. Una historia entre África y Europa llena de esperanza, coraje, superación; pero también repleta de sordidez, soledad, violencia. Una carrera de supervivencia reflejada en una experiencia sensorial. Juntas —música e imágenes—, un combo de diez. Maravilloso. Y no, no vamos a desvelar del todo el argumento... ese al que no todo el mundo prestó atención.
Porque el mayor pero de la velada no la encontramos en un espectáculo espléndido, sino en el público —siendo más concretos, en una pequeña parte de él—. En primera instancia, la anarquía que hacía que la gente se levantara de sus asientos y se pusiera a bailar nos pareció bien, natural, lógica. Feel free! Pero hay gente a la que si no le fijas límites, es incapaz de fijárselos a sí misma. Pasito a pasito, algunos fueron vagando libremente, acercándose más a una mesa donde se encontraba un radiante beGun enfrascado en su labor de artesano electrónico, por el mero hecho de poder estar ahí —¿bailando la prostitución?—. Cuánto daño ha hecho Boiler Room. Paseos arriba y abajo a por más y más copas, fotos, selfies y vídeos con flash, silbidos y jaleos. El teatro, aunque de estrucutura bastante libre y abierta —lo que le venía como anillo al dedo al evento—, convertido en una sala de fiestas más. Y es triste ver como un trabajo audiovisual tan cuidado simplemente se transformaba en un bonito fondo de Instagram para unos pocos. Quizá haya que insistir más en disociar la idea de que la música electrónica y fiesta tengan que estar siempre tan íntimamente ligadas. Y no hablamos de valorar más o menos la pieza en su conjunto —allá cada cual con su interpretación—, sino en saber respetar a los demás asistentes, pues más de uno reclamó su sitio y sólo recibió a cambio una irónica sonrisa. Pero menos mal que la música de beGun permite evadirse, volar, soñar; donde, cuando y como sea.
Fotografías por Adrián Yr