El pasado fin de semana dimos el pistoletazo a la temporada de festivales con Paraíso, una nueva propuesta en Madrid que la ciudad realmente necesitaba y que ha cumplido con nota en su debut. Desde la capital mirábamos con envidia a ciudades como Barcelona o Ámsterdam con sus Sónar o Dekmantel (este último con bastante influencia e incluso presencia en Paraíso), hasta ahora. Un festival muy cuidado y diverso en su primera edición, presentando un cartel de altura que se salía —por mucho y para bien— de la oferta habitual. Una electrónica selecta y vanguardista, que atrajo a un público cuya edad media superaba la treintena. Además, prestando atención a los pequeños detalles y el cuidado del medio ambiente, lo que no hace más que sumar y sumar al total.
Un gran debut al que quizá sólo se le puedan achacar dos peros, uno ajeno y otro propio. El primero, la difícil meteorología (vaya inicio de verano llevamos en Madrid...) que mantuvo en vilo al festival desde antes de su inicio pero que finalmente nos dio una tregua, aunque eso no evitó que tuvieramos que embarrarnos para disfrutar a fondo del festival. El segundo, un sonido al que pese a ser nítido le faltaba presión, sobre todo en la jornada del viernes mejorando considerablemente el sábado, y que debería ser pieza capital del evento. Pese a todo, dos inconvenientes que no pudieron ensombrecer el grandioso resultado del conjunto.
Ya estamos deseando conocer los detalles de la segunda edición del festival, que ha dejado muy buenas sensaciones tras el primer corte. Por ponerlo en números, 18.500 personas —entrada aceptable pero lejos del posible aforo— se acercaron al Campus de la Universidad Complutense de Madrid para disfrutar de un total de 37 djs y bandas de 17 países. Sin más dilación, bienvenidos al Paraíso.
VIERNES 9
A las primeras de cambio el festival tuvo que enfrentarse al primer y gran problema del fin de semana. La lluvia y el barro habían causado estragos en una de las salidas de emergencia, lo que retrasó la apertura de puertas para desconcierto y enfado del público allí reunido. Un mal menor que influyó en cierto modo en una reajuste de horarios. Nuestra llegada fue algo más tardía, lamentando perdernos el interesante directo techno pop de la galesa Kelly Lee Owens, protegida de Daniel Avery. El digger holandés Tako fue el encargado de suministrarnos desde el pequeño escenario MANIFESTO —a la postre, quizá el más interesante del festival— nuestros primeros beats mientras recorríamos el recinto hasta su último rincón, descubriendo las diversidad de áreas y servicios que ofrecía el festival: cómodas áreas de descanso, zona gaming, instalaciones artísticas, gran diversidad de food trucks e incluso área gourmet, multitud de baños de distintos tipos... de todo, para todos.
Al poco teníamos una cita marcada en rojo en nuestro horario: Apparat. El alemán no defraudó, y pese a empezar con sonidos más tranquilos cercanos al IDM pronto fue subiendo el listón hacia el techno pese a lo temprano de la hora. Pero oye, nadie le hizo ascos. Gran selección musical —que incluso nos hizo olvidarnos de nuestra disyuntiva por ir a ver el sentido directo de HVOB, de quienes disfrutamos hace unos meses en la Sala But—, con momentos de unión coral como la remezcla de Tale Of Us y Mano Le Tough a "Can't Do Without You" de Caribou y marcados breaks entre pistas, hasta un cierre en el que esperábamos fundirnos al son de Moderat. No, no ocurrió. Pero tampoco podemos reprocharle nada eligiendo el gran remix de Christian Smith para "At Les" de Carl Craig, ya con los cascos guardados y la bolsa a la espalda.
Seguía turno en el mismo escenario para una auténtica leyenda del house primegenio de Chicago, que coincidía en horario con otros clásicos como GusGus, pero nosotros teníamos clara nuestra elección. Larry Heard presentaba nuevo disco bajo su aka Mr Fingers (apenas) 25 años después, y lo traía bajo el brazo a la gran carpa del escenario Club de Paraíso. Sonido sensual, la presencia de Mr. White, vocoder y visuales psicodélicas que —aunque en algún punto nos resultase monótono— nos atraparon de principio a fin, repasando el último 'Cerebral Hemispheres' sin descuidar clasicazos atemporales como "Can You Feel It" con el que terminó. Curioso cuanto menos encontrar —o al menos eso nos pareció vislumbrar a lo lejos— un elemento poco habitual entre los instrumentos de la cabina en cabina: un libro. Ahí queda eso, auténtica old school.
Quizá uno de los momentos más complicados del festival venía en la decisión a tomar con el fatídico solape entre Black Coffee, Kiasmos y Yaeji. Y contra todo pronóstico, a quien acabamos dejando fuera de nuestra ruta fue al africano. Empezamos con la polifacética artista de origen coreano, quien pronto nos enamoró con su desparpajo en cabina y su estilo tan personal en su primera visita a España. Y difícil imaginar una transición más memorable que pasar del "Raingurl" de Yaeji al "Looped" de Kiasmos que se adueñaban del escenario principal. El dúo islandés nos sirvió una ración de ensoñación y melodía infinitas que atesoraremos por mucho tiempo en nuestro recuerdo, aunque quizá no era lo que más necesitábamos a esas horas de la noche. Un show milimetrado, épico, en el que el mayor pero lo encontramos en un público que no se callaba, lo que unido a la escasa potencia de sonido desvirtuó en cierto modo el soberbio espectáculo digno del Teatro Real. Que alguien se atreva a volver a decir que la música electrónica es ruido.
Con esa paz interior, sin fuerzas para volver a tomar otra decisión difícil —esta vez entre Hot Chip Megamix, Dj Tennis o Tornado Wallace— pusimos fin a nuestro paso por la primera jornada del festival, a sabiendas de que nos quedaba un largo segundo día por delante.
SÁBADO 10
Habiéndole visto varias veces, Cumhur Jay no entraba en principio en nuestras quinielas. Pero la presentación de su segundo disco 'Dialekt' decantó finalmente la balanza a su favor, y vaya que si fue un acierto. Brutal como suenan esas 14 pistas —mención especial para "Above & Beyond" mientras anochecía fuera de la inmensa carpa— de bajos potentísimos y sonido vanguardista, que combinaban a la perfección con los inquietantes visuales de Second Life obra de Akihiko Taniguchi. Sin grandes alardes, lanzando una pista tras otra, el turco mostró el gran potencial de su último trabajo en un escenario Club por el que antes pasaron los españoles Delaporte y Henry Saiz & Band.
Carrera hacia el escenario principal para ver el inicio del jovencísimo Petit Biscuit. Y seamos sinceros, en cierto modo nos decepcionó. No porque el chico no tenga talento produciendo, sino porque su directo presumía de ser mucho más de lo que realmente era... y después de ver desenvolverse a genios como Ed Is Dead o Youngr se nos quedó algo escaso. Una breve desapación del muchacho del escenario mientras arranacaba "Problems" nos hizo mirar el reloj para darnos cuenta de que debíamos irnos. Y es que daba comienzo bajo la gran bola de discoteca uno de los actos más destacados del fin de semana —si no el que más—, algo palpable en la gran cantidad de público allí reunida. Floating Points presentaba en Madrid por primera vez su solo live. A ratos abstracto —tanto como la línea azul que vibraba a su son en la pantalla—, a ratos pistero, pero siempre muy efectivo. Cómo sabe meterse en nuestra mente el bueno de Sam Sheperd, más aún con misiles teledirigidos de largo alcance como "Ratio" o "Nuit Sonores".
Si el primer día había despertado buenas sensaciones en nosotros, el segundo nos terminó de convencer. Algo tenía el escenario Absolut MANIFESTO —el más pequeño y con público más joven y, sin duda, variopinto—, que enganchaba. Dekmantel Soundsystem (la influencia del festival holandés en Paraíso era más que patente, buen referente donde los haya), Palms Trax y sobre todo Hunee nos tuvieron en volandas, bailando entre sonidos house, disco (mucho sonó durante el fin de semana), clásicos como "Relax Your Body" de DFX y distintas rarezas que solo selectores así son capaces de encontrar en las tiendas de discos cual aguja en un pajar. Mucho baile. Mucho groove.
Entretanto, olvidándonos de una Róisín Murphy que por lo que escuchamos no encandiló al personal, tuvimos tiempo de escaparnos a disfrutar de las habilidades de Tom Trago —quien nos amenizó la cena, buena pizza nos comimos— y del concierto del chamán Damian Lazarus junto a The Ancient Moons —que con la banda al completo gana respecto a la versión que vivimos el pasado Sónar 2017, aunque esta vez no hubo erizo— que terminó antes de la hora prevista para descontento de un público que pocos segundos se volvía loco contorsionándose con "Fly Away".
Se acercaba el fin, ya con varios kilómetros en nuestras piernas, y una última decisión difícil de tomar ne forma de cierre: Guy Gerber, Gerd Janson o Acid Pauli. El primero fue el elegido para nuestra despedida, que ni bien ni mal sino todo lo contrario. Eso sí, nosotros más que satisfechos con el camino recorrido. Muy largo se nos va a hacer el exilio de un año, pecando fuera del Edén que ni unas coloridas monjas quisieron perderse. Sí familia, ya estamos rezando para volver al Paraíso.
Muchas gracias a todo el equipo técnico de Paraíso por su amabilidad (algo menos habitual de encontrar de lo que nos gustaría), y en especial al equipo de prensa de Pelonio. Fotografías oficiales del festival.