El pasado fin de semana Coachella tuvo, entre todas sus estrellas, una que brilló más. O quizá simplemente, lo hizo con un brillo diferente. Entre los Radiohead, the xx, Dillon Francis, Beyoncé, Future, Martin Garrix, Kendrick Lamar o Justice —no van escasos de cartel (ni de modelitos trendy) en Indio, no— destacó un artista consagrado pero poco dado a este tipo de eventos: Hans Zimmer. El veterano compositor nos dejó, como no podía ser de otra forma, una actuación de película.
Inmerso en su gira estadounidense, el alemán —rodeado de multitud de artistas (¡pero muchos!)— ofreció sobre las tablas un repaso a algunas de las bandas sonoras más míticas de su vasta carrera, como son Origen, Piratas del Caribe, El Rey León, Gladiator —con la colaboración especial de Pharrell Williams para cantar Freedom— o El Caballero Oscuro, terminando con la onírica y atemporal pieza Time de, de nuevo, Origen.
Una actuación llena de recuerdos, de talento, de magia, de MÚSICA, que demostró que el bueno de Zimmer juega en otra liga, y que dejó alucinada a una multitud que no olvidará lo vivido en mucho tiempo. Incluso varios djs estuvieron muy pendientes de ello, incluido un Ookay que recoconoció, a su manera, su admiración por la trayectoria y saber hacer del polifacético músico: "Hans Zimmer coge mi carrera entera y se limpia el culo con ella".
Una actuación que demostró que la buena música tiene lugar donde sea cuando sea. No falla. Porque, a priori, quizá podría parecer que la propuesta más clásica de Hans Zimmer tendría difícil hacerse un hueco en un festival dominado por ritmos mucho más bailables y figuras de portada (su nombre aparecía en tercera línea del cartel). Pero no fue así. Al César lo que es del César: la gloria. Ya en alguna ocasión hemos mencionado que la música clásica y la electrónica no están tan distantes, y que los viejos rockeros están volviendo a por sus fueros. En resumen, 70 minutos de puro deleite sonoro. A sus pies, leyenda.
¿Y sabéis qué? El próximo domingo repetirá gesta en el mismo escenario. Y a nosotros, mientras soñamos con que nos llegue el día de poder vivir tal espectáculo en directo, solo nos queda dar al play, cerrar los ojos... y sonreír soñando con Simba o Jack Sparrow bailando entre sus partituras. Dejemos que la peonza gire... ¿para siempre?