Lo primero de todo empezar dando las gracias, teníamos ganas de volver a vivir algo así. Porque atreverse a organizar un festival en los tiempos que corren requiere, además de medios, valor. Maudes se presentaba en Madrid a principios de julio como el primer festival de esta temporada adaptada a la “nueva normalidad”, atrayendo gran atención y dejándonos aspectos muy positivos y otros no tanto.
El festival, de corte underground, estaba dividido en dos días con sendos protagonistas: viernes 3 de julio con Maceo Plex a la cabeza, sábado 4 con Joris Voorn como gran reclamo. Nosotros acudimos el viernes, y eso os vamos a contar —si aún recordamos cómo era esto de hacer crónicas 16 meses después—.
Con los deberes bien hechos tras el paso a semifinales de la Eurocopa llegamos al recinto del Autocine Madrid RACE pasadas las 9pm con el sol cayendo al fondo tras las 5 torres y aún recorrido hasta las 2am, hora de cierre. Entre que nos ubicaban —con algunas dudas pero mucha amabilidad— en nuestra mesa compartida con otros medios de prensa, escuchamos el set de un Raxon la mar de animado. Por lo visto, antes, ni rastro de Marc Maya que presentaba nuevo proyecto Blue Auras. Y poco faltó para que nos entrase la incertidumbre también con Maceo, quien empezó su set con más de media hora de retraso. Una sesión de lo más intermitente, con altibajos, a la que las subidas y bajadas de volumen —con la amenaza de la policía desde la puerta— no ayudaron a concentrarse. Ecléctico como él sabe, aunque sin terminar de cuadrarnos como otras veces, pudimos escuchar su último remix al mítico “Imsonia” de Faithless, parte del catálogo de Ellum, un acertadísimo “La vida sigue igual” de Savage Hymns y hasta hip-hop de la vieja escuela. Con alguna desaparición intermedia, acabó fundiéndose en un B2B final de nuevo con su amigo Raxon que empezó antes de tiempo.
A nivel organizativo y de control, difícil papeleta. Abundante personal en acceso, barras, baños y seguridad resolviendo las dudas que pudiera haber y evitando largas colas. Multitud de mesas repartidas en zona VIP en el centro frente al escenario y zona general a su alrededor. Habilitaron zonas de baile —la música invita a ello— donde se debía utilizar mascarilla en todo momento mientras que en las mesas se debía permanecer sentados. “Debía” porque parte de la gente parecía olvidar estas medidas sólo cumplidas cuando los organizadores batían la zona con mayor severidad, también coartados por la presencia policial. Sienta, levanta, baja, sube.
Escenario temático que mejoraba la experiencia, aunque todo esto se perdía fallando en el elemento más clave en un festival —y por desgracia, un problema algo habitual—: el sonido. Falto de presión, de potencia, de volumen. Escaso. Nos sorprendió poder charlar tranquilamente en nuestra mesa, algo que veíamos repetido en todas las de alrededor. De hecho, dando una vuelta por el recinto, a ratos vimos como más que un festival parecía una terraza con grupos de amigos reunidos en mesas al son de un hilo musical de primer nivel. Por suerte, asistentes del sábado nos comentaron que este aspecto mejoró notablemente.
Con el foco mediático de nuevo puesto en el ocio nocturno —como si no hubiese otra forma de contagiarse vista la libertad actual—, no podemos más que apoyar iniciativas como Maudes Festival que, si bien tuvo algún incoveniente, nos dejó buen sabor de boca y esperamos poder reencontrar el próximo verano con menos restricciones y más facilidades. Nosotros no pensamos perdérnoslo.
