30 años de historia. 50.000 ravers de 90 países. 22h de música ininterrumpida en 11 escenarios temáticos. Más de 150 artistas. 38ºC de temperatura. UN desierto. UN festival. Con lo complicado que se plantea concebir un festival bien hecho, llevarlo al medio del desierto es el más difícil todavía. Monegros Desert Festival ha conseguido hacerlo con éxito durante tres décadas y para este 2023 tan especial, colgaron el cartel de Sold Out antes de la fecha.
Una raverbena, una zona temporalmente autónoma (os dejamos un texto denso pero interesante sobre la base sociológica de las raves) que une a miles de personas y diluye los límites de la realidad, del espacio y del tiempo entre polvo y arena, y que ha ido evolucionando con el paso de los años bajo el concepto R.A.V.E. (Radical Audio Visual Experience) hasta convertirse en un festival único en su especie. Así lo vivimos.
El calor asfixiante –y el viaje desde Madrid– hicieron que retrasásemos nuestra entrada hasta el atardecer. Tras una primera vuelta de reconocimiento para situarnos en el mapa, el mito del drum & bass Andy C en The Moon y un Folamour muy fresco en elrow fueron los encargados de servirnos nuestros primeros bailes mientras caía el sol, con dos estilos muy diferentes. Por The Moon —que más tarde acogería los sonidos techno más duros de Blackworks— no volvimos, sí al elrow para avistar hasta donde alcanzaba la vista, desde lo alto de un barco-kraken capitaneado por Vintage Culture (mismo escenario de elrow Town Madrid del año pasado, que ya conocíamos), un mar de ravers que se entregaban al baile, la psicodelia y el confeti. Y nosotros nos dejamos llevar por el desierto, no hay mejor forma de vivir Monegros Desert Festival y descubrir cada rincón.
El espíritu local y más primigenio de la historia deMonegros Desert Festival tiene su representación en dos escenarios anexos: El Pajar y El Corral. El primero alojaba sonidos drum & bass, mientras que el segundo era un rincón especial reservado para el house más selecto. Allí vivimos una de las sesiones que más disfrutamos en el festival. No habíamos llegado a ver a Ben Sims en Techno Cathedral, pero teníamos un comodín, y es que la actuación con su alias más housero Ron Bacardi para un petit comité se antojaba como uno de los hitos de nuestro recorrido con un groove que desbordaba la pequeña construcción de piedra y cañizo.
Entre los espacios más clásicos encontraríamos también un imponente Open Air, aunque totalmente renovado y entregado —en esta edición— a las manos de Adam Beyer y su sello Drumcode. Por allí disfrutamos de lo lindo de un Kölsch que nos llamaba con embaucadores cantos de sirena —como el "Vortex" de Christian Smith o el nuevo "Fine Day Anthem" de Boys Noize y Skrillex— que se fundirían posteriormente en un singular back to back junto a Kevin de Vries. No sería nuestra única visita a ese stage, pues Beatsoup está presente allá por donde desfila la erguida silueta de Joris Voorn. Infalible el rubio.
A su espalda quedaba la [insertar sinónimo de imponente] Techno Cathedral —aprovechamos para recordar que God Is A Dj, y que la religión y el clubbing tienen mucho en común— con sus coloridos parasoles desplegados y un altar por donde evangelizaron pastores del techno como Paco Osuna, Ben Sims, Oscar Mulero, Anna o Anfisa Letyago, con la que nos entretuvimos un buen rato hasta que dio paso a Dax J b2b SPFDJ que subieron el ritmo al primer compás como inicio de lo que sería la traca final. A uno de los que más tarde daría un amanecer de lo más entretenido allí mismo —ni más ni menos que al son de "Jaguar"— tuvimos la suerte de verle en el misterioso y único The Jet. Tras varios intentos y sin muchas ganas de esperar la cola que rodeaba el lateral del avión, cuando finalmente conseguimos acceder a ese Airbus 330 varado y convertido en el club estilo Mad Max más singular del mundo, nos encontramos —recordemos que eran sets secretos cada hora— con el mismísimo Regal a los mando de la aeronave. Que despegue el acid-plane.
Lo de esperar para acceder a ciertos escenarios —o incluso no poder hacerlo— no es plato de buen gusto. Eso mismo nos dejó fuera de Industry City cuando queríamos ver a Daria Kolosova b2b Ettap Kyle. Volvimos a intentarlo un rato más tarde y aunque teníamos muchas ganas de intentar seguir el ritmo a Patrick Mason, un sonido bastante saturado nos hizo cambiar de idea pasados unos minutos. A la tercera va la vencida, y encontramos en la ciudad de los containers y los grafiti el espacio ideal para disfrutar del sol de la mañana. Héctor Oaks se marcó un set marca de la casa, impredecible y lleno de KAOS y jarana, donde sonaron clasicazos tan dispares como "Lover Why" o "The Prophet", temazos como un "Fancy Fair" que se quedó grabado en nuestras piernas, hasta un cierre con bises y "Dreaming" coreado al unísono. Porque allí estábamos para jugar en el sol, y si no todos, ese sí que era un buen día de fiesta.
La verdad que por el enorme mainstage Sound System Temple —mención especial para el sonido y los efectos de video mapping, también presentes en el Open Air— nos perdimos el concierto de los headliners Wu-Tang Clan, pero no podíamos hacer lo mismo con los otros cabeza de cartel. Ver a Pendulum al completo es un caramelito, y darlo todo con "Tarantula", "Blood Sugar" o "The Island" en directo es algo que merece la pena vivir. Breve pero intenso. En ese mismo escenario vimos repartir bombo a figuras como Amelie Lens o Richie Hawtin, pero sin duda uno de los momentos más especiales sería el cierre final con Andrés Campo.
Andrés Campo, oscense, era el escogido para tan importante labor. Y a nosotros nos pareció una elección sensacional, con un set divertido y disfrutón de un dj que juega en casa y para el que el festival significa mucho. Y eso se nota. Si el 'vamos a jugar en el sol' de Héctor parecía propicio, "Zombie Nation" y "Demente" decían mucho de las decenas de miles de valientes que seguíamos en pie para el último empujón. Recibimos nuestro premio, pues el sorpresón de poder ver en el desierto a Don Javier Ibarra alias Kaseo O catando los remixes de "Ringui Dingui" o "Mitad y Mitad" quedará grabado en la memoria de todos. Con "Los Perros" desfogamos nuestras últimas fuerzas repitiendo una y otra vez eso de 'y aunque me quiera parar, no; nunca me voy a parar, no'. Eso esperamos de Monegros Desert Festival. Nos vemos en 2024.
Por último, destacar el buen hacer del festival y el cumplir sus promesas de mejora frente a los problemas que pudieron surgir el año anterior para lograr un evento sobresaliente. No hay más que leer la respuesta positiva en las siempre críticas redes sociales —principalmente se pida una ampliación de los escenarios The Moon e Industry City, y a poder ser distribuir más puntos de agua—. Chapó a una organización capaz de desplegar semejante festival, con un montaje cuidado al detalle, en tan inhóspito paraje lleno de arena y polvo. Nuestro agradecimiento por hacerlo posible a la familia Arnau —con unos Cruz y Juan a los que se podía ver moverse de un lado a otro—, a los más de 2.500 trabajadores y, en especial, al equipo de prensa con Rosa y Nuria.
“No podemos estar más satisfechos con el resultado de la celebración de nuestro 30 cumpleaños. Un año más, Monegros Desert Festival ha conseguido reunir a un sinfín de amantes de la música y reflejar el verdadero espíritu del concepto RAVE; toda una experiencia radical audiovisual y extrema capaz de convocar a 50.000 personas en una sola noche. Desde la familia Arnau, queremos agradecer a todos los asistentes, trabajadores y amigos que han hecho posible que el sueño de nuestra familia se haga realidad una año más. Este 30 aniversario quedará marcado para el recuerdo de todos nosotros” — Juan y Cruz Arnau