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Paraíso se consolida en una (casi) perfecta segunda edición

Bienvenidos al Edén. Bueno, al Paraíso. Y no, no es un espejismo. La segunda edición del festival madrileño —más grande y armado que su debut, podéis revivirlo aquí— confirma que, pese al descafeinado sonido del cierre, es el evento que Madrid necesitaba para enmarcarse en la vanguardia electrónica europea.

Si bien aún no puede situarse en el Olimpo de estandartes como Sónar —con quien recientemente se ha aliado de forma estratégica— o Dekmantel —sin duda, su referente más claro—, en solo dos años se ha asentado como un evento de referencia nacional ofreciendo un soplo de aire fresco, una propuesta novedosa en un circuito festivalero por lo demás bastante saturado.

25.000 asistentes al recinto de Cantarranas, con un incremento del 40% respecto al 2018, dan buena fe de ello. No hay más que fijarse en el elenco del cartel —con multitud de caras nuevas por estas tierras— o la propuesta artística para darse cuenta de su valor, con una organización seria y contrastada que parece presta más atención a los detalles de la experiencia del usuario que a la suma de sus dividendos. Y eso es más que de agradecer. Agilidad en todos los procesos (quizá como punto negativo, colas más largas de lo esperado en los baños) y una amplia paleta de actividades que incluía una diversa zona gastronómica coordinada por la chef Rebeca Hernández, área gaming y diversas instalaciones artísticas.

VIERNES 09

Jacques Greene fue el encargado de dar el pistoletazo a nuestra particular ruta. Si bien existía la duda entre el canadiense o Maribou State, el inolvidable recuerdo que aún guardamos de su house emocional en el pasado Sónar 2017 y el interés en su últimos sencillos o el EP 'Fever Focus' del pasado año decantaron la balanza a su favor. Pulso alto para las horas aún tempranas, pero aquellos que bailaban con la calor bajo la enorme bola de discoteca del Escenario Club encontraron recompensa en hits como "Nordschleife", "Real Time" o el previsible y delicioso cierre con su remix para "White Ferrari" de Frank Ocean. ¡Vuelve pronto!

Después de ver caer al sol desde la tribuna del Escenario Paraíso escuchando ese animado híbrido entre live y club set de Bob Moses (qué buenos recuerdos nos trae ese "Like It Or Not") pusimos rumbo a nuestra siguiente parada, al escenario que con creces se convirtió en nuestro favorito en la primera edición. Cruzando el océano y desde lo más alto de los Andes, Nicola Cruz tomaba la batuta de un Escenario Manifesto que se le quedó pequeño. No cabía un alma más para escuchar su fusión de electrónica y ritmos folclóricos andinos. Aún con algunos tramos un tanto lentos, la gran cantidad de material nuevo y la propuesta tan personal del ecuatoriano nos encandilaron, siendo uno de los highlights de nuestro viernes.

Paseando por el recinto vimos las distintas expresiones e instalaciones artísticas del festival, viendo como unas corrían mejor suerte que otras. Ensimismados en la lumínica e hipnótica DANCING WAVE o reposando en el área de descanso URBAN ESPORA —que reinterpretaba materiales de construcción de la Galería de Materiales del COAM— veíamos como el público, por lo general bastante entusiasta y cabal, saqueaba y desperdigaba las colchonetas hinchables de la instalación PLASTIC BEACH precintada desde primera hora y de la que no quedó ni rastro en la segunda jornada.  

Moscoman amenizó nuestra cena —buena cantidad de opciones para elegir de todas partes del mundo, igual que en el menú musical— con una sesión bien pistera. Además, el capo de Disco Halal nos regaló un momento de comunión y éxtasis generalizado cerrando en el Club con el mix de "I Feel Love" con "Sing It Back" de Moloko ¡Épico! Entretanto, una breve escapada al Escenario Paraíso nos recordó que la voz y energía pop de Lauren Mayberry son puro amor, y por qué CHVRCHES fue uno de los conciertos más abarrotados del fin de semana.  

Mientras dudábamos si ver el legado de Cerrone o la finura de Ross From Friends, nos escapamos al pequeño Escenario Nido que aglutinaba a los agitadores de la escena madrileña, atendiendo una de las principales demandas del año pasado. A los mandos un Juanito Jones que crece a pasos agigantados, construyendo una atmósfera cercana y un discurso de lo más elegante. Total, que después de escuchar un rato disco de Cerrone —una pena no llegar a vivir el momentazo "Supernature"—, nos pudo la curiosidad de escuchar el exitoso 'Family Portrait'. Y bien que hicimos. Buena sorpresa nos encontramos con el brutal live de Ross From Friends —convertido en trinidad— acompañado por instrumentos en directo. Maravilloso.

Hablar de John Talabot es hablar de un valor seguro, sin duda. Pero su sesión en Paraíso no terminó de llenarnos... Un viaje techno un tanto lineal, con matices, al que no terminamos de embarcarnos si bien tampoco tuvimos el valor de abandonar el navío. Sensación agridulce, que dividió al público en dos facciones.

Y para el cierre, empezamos con el divertidísimo live tocabotones de KiNK. Cómo disfruta y cómo hace disfrutar el búlgaro. Y ojo, que tanto jueguecito —dejando al público agolpado en primera fila participar— no le exime de poner musicón. Como contrapunto, Solomun hacía suyo el Escenario Paraíso con más desatino y desgana que otra cosa. Si ya chocaba encontrar un nombre tan comercial presidir un cartel tan selecto y digger como el de Paraíso, su actuación demostró que los grandes nombres no son siempre garantía de acierto. Más ante una audiencia tan fogueada —media de 35 años, con mucho clubbing a la espalda— como esta.

SÁBADO 10

Aunque teníamos grandes planes desde primera hora —cómo lamentamos habernos perdido a Or:la—, retrasamos nuestra entrada al íntimo y sensual concierto de Rhye. Un disparo certero a la patata. Sin saber dónde dirigirnos, el bombo retumbante del Club nos llevó a nuestro destino: Carista. ¡In-cre-í-ble lo que tenía montado la holandesa ahí! Ritmazo, groove tribal, brazos en alto y altas pulsaciones en la que fue una de las grandes revelaciones del festival, con un público rendido a la causa y a bombazos como "Only Human" de Four Tet.

Pedía turno uno de los grandes reclamos del festival (y sensación de la escena actual), Peggy Gou. La surcoreana heredó el testigo de Carista —mucho más cercano al techno— y no bajó un ápice el pie del acelerador, embaucando a una carpa a rebosar con su sonido alegre y pistero. Eso sí, no faltó hueco para su reciente y housero "Starry Night" en su propio Gudu Recods o joyas como "What Your Momma Gave Ya" de Dj Deeon. Shake it!

Motor City Drum Esemble no se alejó de los sets houseros y cargados de disco que le caracterizan, más aún en un marco como el Escenario Manifesto (sucursal de Dekmantel en Madrid). Toda una vuelta al pasado con sonidos tan bailables que podías sentir el buen rollo que se gestaba en el escenario de Absolut (y no era por el vodka). A pesar de que no fue un set sorprendente para lo que es MCDE, supo llevarnos al lado más disco de este versátil festival.

Pero si en 2018 nuestro escenario era Manifesto, este año nuestro cuerpo pedía Club sin parar. En él, un Pional que jugaba en casa nos deleitó con un set muy melódico y potente, cargado de bases techneras y sonidos dub y afro/tribales. ¡Qué clase tienes Miguel! Un escenario abarrotado de melómanos madrileños que buscaban escuchar al productor —"Tempest" como BSO para nuestra vida— más demandado de nuestra capital. Y una vez más, nos embrujó bajo la luna. Es de destacar que el sonido a esas horas era lo suficientemente contundente como para penetrar en cada cuerpo allí presente.

Pero todo cambió en el cierre. Trío de ases en cabina (Laurent Garnier, Mano Le Tough y Antal, ahí es nada) y un sonido que no les hizo ninguna justicia... ¡normal que torcieran el gesto! Una bajada considerable de volumen —suponemos que por motivos policiales, aunque el festival no se ha pronunciado al respecto— desdibujó el final del festival. "Crispy Bacon" a medio gas no cruje los huesos igual, las mezclas de un mago como Monsieur Garnier se diluyen entre las conversaciones (qué manía tiene la gente de no callarse, ¡más bailar y menos hablar!) o una bella progresión de Mano Le Tough —desde sus producciones más tranquilas a matices de electro y techno muy dub— perdida por el camino. Un bocado insípido y amargo para una manzana, por el resto, de lo más jugosa.

Pero que ese mal sabor de boca final que nos llevamos no empañe un conjunto, por lo demás, de sobresaliente. Madrid necesitaba algo así, y nos hemos encontrado el jardín electrónico de las delicias. El Paraíso. Mantengámoslo vivo. Nosotros ya estamos deseando volver al año que viene. Y al otro. Y al otro. Y al otro.

“Estamos especialmente contentos del éxito de esta segunda edición. El festival ha tenido una muy buena acogida y creemos que el público ha valorado positivamente el esfuerzo para crear una experiencia que va más allá de la música, donde hemos intentado cuidar hasta el más mínimo detalle” — José Morán, director de Paraíso.

Fotografías de Nabscab, Rodrigo Mena y Arturo de Lucas

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Arquitecto y comunicador, más madrileño que el oso y el madroño. Obseso de la buena música en general y de la electrónica en particular, de toda. Beatsoupero desde pequeñito. CEO.
Madrid
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